Daniel Ortega y Anastasio Somoza, sus respectivos gobiernos cada día se parecen más.
Por
Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar
El actual presidente de
Nicaragua Daniel Ortega Saavedra y el exdictador de aquella nación Anastasio
Somoza cada día se parecen más: En perpetuarse en el poder, en eliminar a sus opositores
(asesinatos), en lo autoritarios, en gobernar de forma antidemocrática y en ser
tremendamente antipopulares.
Todos estos adjetivos vienen sumando al
actual presidente de aquella nación de Centroamérica. Sabemos que Ortega llega
al poder en 1979 después del triunfo de la Revolución Sandinista y ejerce el
poder del gobierno hasta 1990, es decir, por 11 años. Y luego vuelve al poder en
un segundo mandato de enero de 2007 hasta la fecha de este año 2024, suman otros
17 años, en total son 28 años en el gobierno. De esa manera se convierte en el
segundo presidente con más tiempo desde Somoza a la fecha.
Dice una ley universal: “Agua que se
estanca se pudre”. Es precisamente lo que le ocurre a Daniel Ortega, se ha
perpetuado tanto en el poder, y sigue los mismos esquemas o postulados que su
gobierno ya tiene un importante desgaste e impopularidad. Muy lejos quedó aquel
régimen del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que luchó con todas
sus fuerzas y esperanzas –aquellos jóvenes de caras morenas, que en sus ojos reflejaban
una gran esperanza por liberar a su pueblo de la dictadura de Anastasio Somoza-
hoy convertida la actual Nicaragua en un país sin la esperanza de libertades
civiles, justicia, igualdad y paz.
Ortega surge de aquella lucha armada e
ideológica que trama el FSLN con la ayuda de importantes sectores sociales,
entre los que se encuentra la Iglesia (las Comunidades de Base, la Iglesia
popular, teólogos de la Teología de la Liberación y los jesuitas) para hacer y
buscar de Nicaragua una sociedad nueva y justa. Estados Unidos como un “diablo”
metió la cola con la Contra (mercenarios pagados por USA para combatir el
régimen sandinista) y el cansancio y la división social que eso causó hizo que
se dejará el proyecto revolucionario a un lado. Pierde las elecciones en 1990,
los Sandinistas pierden contra la Unión Nacional Opositora (UNO) con ello llega
Violeta Barrios de Chamorro y los sandinistas al salir del gobierno hacen su “piñata”
o sea se roban todo lo que pueden y dejan al gobierno sin lo más mínimo
indispensable, se roban casas, máquinas de escribir, escritorios, sillas, el inmobiliario
que pueden sacar. Regresa a un segundo mandato por parte de los sandinistas por
haber pasado una sucesión de presidentes liberales y corruptos que hizo que el
pueblo nicaragüense votará para un segundo periodo de gobierno sandinista y
orteguísta.
Hoy sus antiguos compañeros de lucha: el
poeta emblemático y revolucionario ya fallecido Ernesto Cardenal, Miguel d Escoto, Sergio
Ramírez y otros, han dado la espalda al régimen de Daniel Ortega que lo
consideran sumamente corrupto, injusto con un nepotismo al tener a su esposa Rosario Murillo que es la vicepresidente.
Además en los últimos años Ortega y los suyos han pactado con los empresarios
de Nicaragua y con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para
establecer una economía de mercado neoliberal.
Hoy con el hartazgo del pueblo y la
impopularidad del actual régimen, el pasado mes de abril, con la reforma del
Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) donde muchos adultos mayores
quedan sin una pensión, hizo que los jóvenes estudiantes de todo el país
salieran a protestar. Grupos paramilitares orquestados por el gobierno salieron
a reprimir las protestas y asesinar jóvenes y opositores, la cifra hasta el momento es de
poco más de 400 muertos.
Ante eso la Iglesia Católica Nicaragüense
se ha puesto de lado de las víctimas, lo que ha traído tensión con el gobierno.
Al grado de que turbas de simpatizantes al gobierno han golpeado obispos,
sacerdotes, han quemado iglesias y profanado sagrarios con hostias consagradas.
La valiente y profética acción del obispo Silvio José Báez Ortega quien ha
denunciado la situación imperante le ha valido ser golpeado y exiliado en El Vaticano. La persecusión encarnizada contra la Iglesia católica nicaragüense y contra otras iglesias cristianas ha sido una constante en detención de obispos y sacerdotes y la expulsión del país de ellos y otros opositores.
Ante la triste y lamentable situación de
Nicaragua, por dignidad del pueblo, Daniel Ortega debería de renunciar y hacerse a un lado
para dejar que un gobierno democrático y no represor como el suyo tome el poder y sea de transición para que convoque a nuevas
elecciones, porque esa nación centroamericana no se merece un régimen asesino y represor como el que tiene. Fue el año 2022 es el periodo en que terminó un periodo de gobierno, pero Ortega utilizo la represión para acallar a todos los candidatos de oposición y reelegirse por otro periodo más de manera fraudulenta. Ante la ignominia desatada por su gobierno contra el
pueblo sencillo y noble de Nicaragua se proyecta este gobernante como un tipo traidorzuelo de su propio pueblo.
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