Homenaje a José Luis Martínez
(Última
de tres partes)
Por:
Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar
No recuerdo bien en qué
año conocí o vi por primera vez a José Luis Martínez, lo que sí estoy seguro es
que fue en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde asistía cada
año como invitado preferente por parte de las autoridades organizadoras de
dicho evento. Lo que si tengo muy presente, es que en 1992 cuando le otorgaron
a Juan José Arreola el ya desaparecido Premio Internacional Literatura
Latinoamericano “Juan Rulfo”, yo le llevé a regalar un ejemplar de la edición
de la obra de Constanza de Guillermo Jiménez, realizada de una manera manual y
rústica elaborada en mimeógrafo por don Juan S. Vizcaíno. Dicho libro se lo
entregué en la inauguración y recuerdo, que lo trajo en su mano y en ningún
momento lo soltó incluso lo llevó a la cena de gala que ofrecieron al premiado
(Juan José Arreola) en el Club Atlas Colomos que me tocó asistir de colado.
Era pues habitual ver a José Luis en la Fil
de Guadalajara, como pez en el agua. En presentaciones de libros. En una que me
tocó asistir que compartió presídium con don Vicente Preciado Zacarías, donde
al tocar narrar una anécdota por parte de Preciado Zacarías que hablaba del
maltrató de los antiguos profesores a sus alumnos por aquello de “la letra con
sangre entra”, mientras describía la acción Preciado, don José Luis Movía la cabeza
en forma de desaprobación.
En uno de mis tantos viajes que hice a la
ciudad de México a la compra de libros y a la asistencia a eventos culturales,
vale decir hacer vida cultural en la capital. Recuerdo que en 1993, viajaba por
el vagón del metro en la línea Indios verdes-Universidad, iba a la librería Gandhi
que está por Miguel Ángel de Quevedo, de pronto sentí una sensación rara (algo
así como que estaba perdido), llegué a la estación Miguel Ángel de Quevedo bajé
del vagón y me dirigí a la salida. Al final de la subida de las escaleras, ya
en la calle, había un grupo rodeando una mesa, eran los estafadores del juego “dónde
quedó la bolita”, vi que era fácil saber dónde estaba la bolita, y los que
estaban ahí supuestamente otorgaban jugosas sumas por jugar con poco dinero,
yo ingenuo (tonto) me dio por jugar y en un dos por tres perdí como cerca de
300 a 400 pesos. Dado que entre ellos estaba coludidos. Cuando vi que perdía
más y más dinero, y ellos veían mi cartera con billetes, más me incitaban a
jugar, ya en la desesperación de perder el poco dinero que traía para mi
instancia en la ciudad de México, me fuí a la librería Gandhi, y en la
cafetería con el remordimiento le dije a una señora joven que si me permitía
sentarme en su mesa, la mujer perpleja me dijo qué porque con ella. Ya le conté
todo, ella bondadosa aceptó y hablamos un poco porque era psicóloga o
psiquiatra. Ya me fui calmando. Y decide regresar a mi hotel en el centro
histórico.
De pronto se me ocurrió llamarle a José Luis
Martínez y a Emanuel Carballo, para ver si me podían prestar cada uno 200 pesos
y así recuperar lo perdido aunque fuera por lo pronto prestado. Hable con don
José Luis por teléfono y le dije que me habían robado. Que si me
podía prestar 200 pesos, me dijo que sí, que fuera a su casa por ellos.
Recuerdo que llegue de noche a su residencia, y ya tenía un leño puesto como tranca
atravesado en la puerta. Me pasó a su sala donde me otorgó el dinero, estaba muy bien vestido,
me dijo que si iba para el sur de la ciudad para darme un "aventón" en su auto, ya estaba de salida, le comenté que
yo estaba alojado en hotel del centro de la ciudad. Su aptitud siempre fue de confianza hacía mi persona y
de bondad. Ya cuando iba a la casa de Carballo a recoger los
supuestos 200 pesos de préstamo que le solicité, salió la esposa Beatriz Espejo en la entrada de la casa, me pidió la copia que traía del primer cuento de Arreola: Sueño de
navidad, publicado por El Vigía, y que era desconocido en el circulo literario. Y a cambio ella me entregó un sobre que traía un cheque, al abrirlo, ya que iba de retiraba de su casa, me di cuenta que Carballo solo me había
prestado 50 de los 200 pesos que le había solicitado. Cosas de la vida pues.