Por Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar.
Hoy estamos conscientes de este complicado tiempo que vivimos, sobre la inédita y difícil realidad de la enfermedad pandémica del coronavirus. Este “estate quieto” que nos ha dado un minúsculo microbio patológico que no vemos ni percibimos, y que ha puesto de rodillas al mundo entero, y en cuarentena (encierro) a las sociedades, de tal manera ha paralizado casi todas las actividades sociales y productivas; dando como resultado un casi alto total en la frenética vida de los habitantes de nuestro planeta. Todas las instituciones, sin excepción, han sufrido su afectación llámese: Iglesias, escuelas, universidades, clubes deportivos, gobiernos en todos sus niveles, cámaras industriales y de comercio, compañías de transportes aéreas, terrestres y marítimas; poco más de 185 naciones de la tierra padecen y sufren los estragos de esta plaga que ha cobrado innumerable pérdidas de vidas humanas y económicas.
Ha sido pues esta cuarentena un colosal problema de salubridad global, misma que nos lleva a replantear muchas de las actividades de nuestra vida. Hasta ahora, nadie ha podido sustraerse del tema y de sus afectaciones en todos los órdenes de la vida ordinaria. Esta grave realidad nos llama como humanidad, a que reflexionemos, la manera de cambiar nuestra forma de vivir en todas sus formas. En los últimos años, como humanidad, estamos realizando una creciente y sistemática destrucción del medio ambiente, que da como resultado la degradación de la naturaleza que atenta contra especies vivas de la fauna y flora. Bien puede ser una consecuencia esta pandemia del virus asesino por todas esas acciones equivocadas o erróneas que como sociedad o individualmente hemos estado realizando.
Desde hace semanas
hemos estado esperando con ansias la reapertura de las actividades normales de
la vida cotidiana, y que poco a poco o gradualmente se empiecen a dar. De tal
manera podamos reiniciar lo que habíamos dejado pendiente en los últimos meses
por estar recluidos en nuestras viviendas protegiéndonos. Ahora inicia una nueva etapa, llamada “Nueva normalidad”. Las personas que están conscientes de cómo
habíamos estado viviendo de forma irresponsable, por estar atentando contra la
naturaleza así como de la vidas humanas como se ha venido dando sólo por el
afán del dinero o del lucro, hoy buscan o buscarán una nueva forma de vivir. Es pues
esta, novisima normalidad, la oportunidad (quizás la última) para que aprendamos a
llevar una vida más responsable, y aprovechar los recursos naturales de forma
racional, para cuidar esa Casa Común que es nuestro planeta que Dios nos ha dado
como administradores y no como sus depredadores.
