Los libros impresos (en físico) tienden a desaparecer en la era digital
Por Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar
El futuro ya lo tenemos
en nuestras manos. La frase que acabo de escribir la digo en razón que ya
algunos de los elementos de la post-modernidad, vale decirlo en otras palabras, la era tecnológica ya está entre nosotros de forma cotidiana.
¿Por qué lo comento? En los últimos años que nos ha tocado vivir, hemos empezado
a ver cambios significativos que no pensábamos se dieran hasta hace algunos
pocos años. Tal vez unos 30 años.
El pasado miércoles por la tarde, era un
atardecer lluvioso, fui a recoger un libro que un amigo, con la ayuda generosa
de su esposa, me encarga libros en compra por internet. Ahí mismo, al
entregarme el paquete con el volumen me mostró uno que había llegado el mismo día
que el mío sobre el tema de los perros, que tanto le gusta como coleccionista que es sobre ese tema.
Dialogando con él sobre su libro y el mío,
salió a colación el que cada día los libros impresos son más caros y empiezan a ser escasos en algunos casos, todavía por fortuna se consiguen las ediciones de libros usados. Le comenté que cada día la era electrónica o digital
empieza a avanzar en la elaboración de textos y libros del formato electrónico, en
componentes llamados: tabletas, celulares o en las propias computadoras, y que
la tendencia lleva hacía eso a que el libro sea electrónico o digital, el papel y la tinta como formato tradicional está pasando de moda.
Se ha
dicho en foros de discusión del tema, como en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara, que el libro como objeto (así de papel
y tinta) no va a desaparecer. Quizás sea verdad su permanencia, y se resista a su desaparición física, pero lo seguro es
que sí van a terminarse muchas librerías, editoriales y demás, porque el mundo
de la tecnología está desplazando a lo antiguo.
Periodismo en papel vive la misma suerte de los libros impresos:
el desplazamiento por parte de las nuevas tecnologías
Signos patentes de lo que anteriormente he
dicho lo tenemos en el periodismo escrito y de papel. Pongamos una referencia: Hace pocos años el
periódico impreso oficial de la Universidad de Guadalajara: La Gaceta
Universitaria, llegaba en grandes cantidades en paquetes al centro universitario
de Ciudad Guzmán. Al grado que por la cantidad, que repartían en su sede
(campus) también en Casa del Arte y otros puntos, a veces no sabían qué hacer
por tantos ejemplares que había. Hoy cuando mucho llegan 100 ejemplares, mismos que a mi
entender son insuficientes. Esto lo hacen porque la misma universidad por su
compromiso con el medio ambiente ha preferido por el ahorro de papel hacer
tirajes más pequeños. A cambio de eso, edita la gaceta de forma digital para ser
subida a la red de internet para su posterior consulta.
También el periodismo, al igual que los
libros la lleva de perder en este cambio de época, porque también tiende a su desaparición. No cabe duda que estamos viviendo tiempos inéditos en
cuanto a los cambios que se están dando. Tal vez algunos de nosotros, como buenos “idealistas” o “románticos” y amantes de los libros, todavía queremos tocar la textura del papel
de sus hojas de la pasta u oler la tinta de la impresión con su característico u oler el papel
cuando ya tiene algunos años el libro.
Componentes como la tableta electrónica,
es tendencia hacía donde va la industria editorial de los libros
Vivimos tiempos de cambio, y uno de ellos, en
este inicio del tercer milenio de la era cristiana es el que nuestros aliados
para el conocimiento, el aprendizaje y el entretimiento por muchos años, como lo es todavía el libro, vayan dejando de ser objeto referente y abundante poco a poco en escuelas, hogares y otros lugares donde se les podía
ver o encontrar. Para pasar a ser parte de los museos o de los coleccionistas particulares. por otra parte, quizás para algunos, empiecen a valorar las nuevas
tecnologías: como el libro digital que es leído en tableta, mientras para otros como el que esto escribe nos aferremos por el resto de
nuestros días al objeto amado hecho de papel y tinta, a fin de poder acariciar sus pastas
y oler su característico olor de papel impreso o con humedad entre sus páginas según sea el caso.